martes, 13 de noviembre de 2007

La Confianza depositada en Dios

A continuación os presentamos una carta que escribió Bartolomé Blanco a su familia el día antes de ser fusilado. Bartolomé es un beato, de los cuales beatificaron en Roma el pasado 28 de Octubre, era cooperador salesiano y murió fusilado a los 21 años el día 2 de Octubre de 1936, mientras decía: ¡ Viva Cristo Rey!

Ojala esta carta nos enseñe a depositar nuestra confianza en Dios hasta en el momento de nuestra muerte y que nos ayude a darnos cuenta de que Jesús siempre está con nosotros, incluso en los momentos más duros de nuestras vidas.
Esperamos que os guste y, que nos ayude a todos a acrecentar y fortalecer nuestra fe.
- Carta a su familia:
(Summarium super maryirio, pp. 425-426)
Prisión Provincial. Jaén, 1 de octubre de 1936.
QUERIDAS TÍAS Y PRIMOS: Cuando me faltan horas para gozar de la inefable
dicha de los bienaventurados, quiero dedicaros un último y postrer
recuerdo con esta carta.

¡Qué muerte tan dulce la de este perseguido por la justicia! Dios me hace
favores que no merezco proporcionándome esta gran alegría de morir en
su Gracia.

He encargado el ataúd a un funerario y arreglado para que me entierren
en nicho; ya os comunicarán el número de dicho nicho.
Hago todas estas preparaciones con una tranquilidad absoluta; y claro está
que esto, que sólo puede conseguirse por mis creencias cristianas, os lo
explicaréis aún mejor cuando os diga que estoy acompañado de quince
Sacerdotes, que endulzan mis últimos momentos con sus consuelos.
Miro a la muerte de frente, y no me asusta, porque sé que el Tribunal de
Dios jamás se equivoca y que invocando la Misericordia Divina conseguiré
el perdón de mis culpas por los merecimientos de la Pasión de Cristo.

Conozco a todos mis acusadores; día llegará que vosotros también los
conozcáis, pero en mi comportamiento habéis de encontrar ejemplo, no
por ser mío, sino porque muy cerca de la muerte me siento también muy
próximo a Dios Nuestro Señor, y mi comportamiento con respecto a mis
acusadores es de misericordia y perdón.
Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia
que quiero vaya acompañada del deseo de hacerles todo el bien posible.
Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano:
devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal.

Si alguno de mis trabajos (fichas, documentos, artículos, etc.) interesara a
alguien y pudieran servir para la propagación del catolicismo,
entregárselos y que los use en provecho de la Religión.

No puedo dirigirme a ninguno de vosotros en particular, porque sería
interminable. En general sólo quiero que continuéis como siempre:
comportándoos como buenos católicos. Y sobre todo a mi ahijadita tratarla
con el mayor esmero en cuanto a la educación; yo, que no puedo cumplir
este deber de padrinazgo en la tierra, seré su padrino desde el cielo e
imploraré que sea modelo de mujeres católicas y españolas.

Si cuando las circunstancias lleguen a normalizarse podéis, haréis lo
posible porque mis restos sean trasladados con los de mi madre; si ello
significa un sacrificio grande, no lo hagáis.

Y nada más; me parece que estoy en uno de mis frecuentes viajes y espero
encontrarme con todos en el sitio a donde embarcaré dentro de poco: en
el cielo.
Allí os espero a todos y desde allí pediré por vuestra salvación. Sírvaos de
tranquilidad el saber que la mía, en las últimas horas, es absoluta por mi
confianza en Dios.

Hasta el cielo. Os abrazo a todos.

Bartolomé.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que vayáis unos cuantos de Villa a Urda. Yo he ido estos años pasados durante el domingo, a la clausura de la peregrinación. Es una pena que este año no pueda asistir, pero tengo catequesis...bu! Bueno, os tendré presentes en mis oraciones a los que vayáis. Ya me contaréis. Por cierto...sabéis si habrá convivencia de navidades????

Anónimo dijo...

¡Qué ejemplo!. Bartolomé estaba lleno del Señor. Qué tranquilidad, y qué confianza. ¡Lo que tenemos que aprender de nuestros mártires! Como veis la edad no es excusa para seguir valientemente a Jesucristo y entregarse a él en cada cosa que hacemos. Bartolomé tenía 21 y ya veis.